Julieta, o mejor dicho Cazzu, ha sido una fuerza imparable desde sus primeros pasos en la pequeña ciudad de Fraile Pintado, Jujuy. Nació en un caluroso verano de 1993, en una Argentina rural que pocas veces había visto salir a alguien con su estirpe. Desde sus primeros días, Julieta estuvo marcada por la música, aunque nadie, ni siquiera ella misma, podía prever que se convertiría en la indiscutible reina del trap argentino.

A pesar de crecer en una familia donde la separación de sus padres dejó huellas, Julieta encontró en la música un refugio y un camino para expresar sus sentimientos. Su padre, camionero y guitarrista aficionado, jugó un papel crucial en su introducción a la música. En casa, el sonido de las cuerdas y las melodías llenaban el aire, pero era su hermana mayor quien parecía llevarse todas las miradas por su talento vocal. Sin embargo, en las sombras, Julieta practicaba en secreto, cantando cuando nadie la escuchaba, soñando con un futuro que parecía inalcanzable.

La pequeña Julieta se enfrentaba a críticas y risas de aquellos que no creían en ella. Pero esas burlas, lejos de debilitarla, la hicieron más fuerte. Su abuelo siempre confió en su talento, apostando que era ella, y no su hermana, quien tenía un futuro brillante en la música. Su padre, por el contrario, no compartía esa opinión. Sin embargo, este desacuerdo familiar no detuvo a Julieta, quien a los 16 años ya estaba convencida de que su vida estaba destinada a la música.

El camino no fue fácil. Al no encontrar apoyo total en su hogar, Julieta decidió partir a Tucumán para estudiar cine, aunque su verdadera pasión seguía siendo la música. Como muchos jóvenes con sueños artísticos, tuvo que buscar maneras creativas para mantenerse a flote mientras trabajaba en su proyecto musical. Fue en ese tiempo cuando el reggaetón comenzó a entrar en su vida, escuchándolo a través de CDs pirateados o descargando música en los cibercafés locales, una práctica común para aquellos que no tenían acceso a plataformas de streaming.

El reggaetón le abrió los ojos a nuevas posibilidades. Inspirada por las letras y ritmos de los artistas de este género, comenzó a tomar notas, a analizar cada canción y a aprender de ellas. Sin embargo, aunque la pasión crecía, también lo hacía la presión de encontrar una manera de vivir. Con solo 22 años y el dinero justo, Julieta decidió mudarse a Buenos Aires. Se inscribió en una carrera de diseño, utilizando esto como una excusa para tranquilizar a su madre, quien aún no sabía del todo los sueños musicales que su hija estaba persiguiendo en secreto.

La llegada a Buenos Aires fue un momento de grandes retos. Con pocos recursos y sin conocer a mucha gente, Julieta alquiló un pequeño departamento y comenzó a trabajar arduamente para mantenerse a flote. Mientras tanto, cada minuto libre lo dedicaba a pulir su música. Aunque su familia no lo sabía, estaba trabajando en su proyecto como “Cazzu”, un nombre que pronto resonaría en el mundo del trap.

Pero antes de que Cazzu se convirtiera en el ícono del trap, Julieta tuvo que recorrer un largo camino. En su juventud, formó parte de varias bandas de cumbia, un género que le permitió desarrollar sus habilidades vocales y su presencia en el escenario. Sin embargo, siempre sintió que la cumbia no era su verdadero lugar. Su última banda en Tucumán comenzó a tener éxito, lo que pronto atrajo la atención de otras bandas competidoras, quienes comenzaron a sabotear sus presentaciones. Harta de las dificultades y las prohibiciones, Julieta decidió dejar la cumbia atrás y enfocarse en lo que realmente la apasionaba: el trap y el reggaetón.

El paso a la música urbana no fue inmediato ni fácil. En Buenos Aires, tuvo que encontrar trabajos para poder sobrevivir y financiar su música. Trabajó como filmmaker y diseñadora para una banda de cumbia, lo que le permitió viajar a Europa, pero al regresar, perdió ese empleo. Sin embargo, con la perseverancia que la caracterizaba, pronto encontró otro trabajo en una oficina, lo que le permitió estabilizarse económicamente y empezar a invertir en su álbum debut, Maldades.

La vida de Julieta siempre estuvo marcada por la lucha, pero también por la creatividad. Desde niña, cuando vendía panchos en la plaza con una amiga para ganar dinero, hasta su adolescencia, cuando vendía arte a sus profesores para financiar sus grabaciones musicales, siempre tuvo el impulso de salir adelante por sus propios medios. Este impulso la llevó a la cima del trap argentino, donde finalmente pudo mostrar al mundo quién era realmente: una artista multifacética con una voz poderosa y una presencia inigualable.

A medida que Cazzu crecía en popularidad, también crecía su colección de tatuajes, cada uno con un significado especial. El primero que se hizo fue en honor a su hermana, con la frase “siempre vas a ser la flor más bella de mi jardín”, y desde entonces ha seguido adornando su piel con tatuajes que reflejan su vida y sus emociones.

El éxito de Cazzu no fue inmediato, pero fue innegable. Con su primer álbum, Maldades, comenzó a hacerse un nombre en la escena del trap, atrayendo a una legión de seguidores que admiraban su estilo único y su honestidad. A diferencia de muchos artistas que intentan seguir las tendencias, Cazzu siempre se mantuvo fiel a sí misma, escribiendo canciones que reflejaban su vida, sus luchas y sus sueños.

La religión también jugó un papel en su vida. Aunque asistió a una escuela católica con la que no siempre estaba de acuerdo, fue en la iglesia donde perdió el miedo al escenario. Cantaba las canciones religiosas, pero al mismo tiempo, cuestionaba muchas de las enseñanzas que recibía. Con el tiempo, desarrolló su propia fe, una mezcla de creencias que ella misma construyó y que guiaría su vida y su música.

El camino de Julieta, desde Fraile Pintado hasta convertirse en Cazzu, la reina del trap, está lleno de momentos de lucha, sacrificio y, sobre todo, de autenticidad. Cada paso que dio, cada decisión que tomó, la llevó a donde está hoy. Desde los primeros días cantando en secreto en su habitación, hasta llenar estadios con miles de fanáticos que corean sus canciones, Cazzu ha demostrado que cuando se sigue un sueño con pasión y determinación, no hay barreras que puedan detener el éxito.

Su historia no es solo la de una joven que quería hacer música, sino la de una mujer que rompió con las expectativas, superó las críticas y, con valentía, se convirtió en un ícono de la música urbana. En cada una de sus canciones se siente la verdad de su vida, la honestidad con la que enfrenta el mundo, y es por eso que sigue siendo una de las artistas más queridas y respetadas en el panorama musical de Argentina y más allá.